Ctra. Jerez - Sanlúcar desvío Las Tablas Km 1,5


          Mi Genial Tía Celina

Hubo un tiempo en el que lo importante para la mayor parte de las mujeres de España, era “casarse bien”, con un hombre que se encargase de todos los asuntos relacionados con sus propiedades y negocios… Pero cuando entre estos asuntos hay vino bodegas de por medio, la llamada de la sangre y la tierra, puede que sea más fuerte que el propio convencionalismo social en el que uno ha sido educado.

Mi tía Celina estudió enología cuando las mujeres no estudiaban prácticamente nada y lo hizo para que nadie tuviera que decirle como tenía que hacer su propio vino… Aquello –decían los viejos capataces- era cosa de hombres, también cosa de hombres era domar caballos y a ella siempre se le ha dado fenomenal hacerlo.

A la Tía Celina, le da igual lo que piensen los demás. En pleno mes de agosto repasaba una a una las botas de la bodega para cuantificar mermas personalmente. Nunca “se le cayeron los anillos” a la hora de remangarse falda y camisa para subirse personalmente a la escalera de trasiegos con una “aspilla” o una “venencia” en la mano… La recuerdo llevándome a montar por vez primera en su precioso caballo “Emperador” y dándome sus particulares remedios caseros contra las picaduras de avispa.

Es una mujer que me recuerda mucho a la aviadora Amelia Earhart, mi tía nunca ha estado demasiado dispuesta a dejar su vocación, para asumir la de otra persona que posiblemente no la haría demasiado feliz… Es de esas mujeres que hacen grandes al mundo del vino. Bodeguera, hija de bodeguero, tía y hermana de bodegueros. Tiene el alma cargada de recuerdos que quisiera tener tiempo de sentarme a escuchar de sus labios, pero habla demasiado rápido, como si quisiera decirme muchas cosas en el poco tiempo que pasamos juntos… “cuida la temperatura de la bodega”, “este vino te ha salido muy redondo”, “ojo con las mermas...”.

Me apetece tomarme con ella muchas botellas de Old Harvest. Gracias a Dios todavía se inclina hacia delante y con asombrosa agilidad toca con sus manos la puntera de sus zapatos… Y tiene más de ochenta años.

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